La Naturaleza siempre admirable nunca deja de sorprendernos.
Esta ruta de moderada dificultad está llena de vida, desde su inicio el agua es la gran protagonista. Aparcamos el coche cerca del IES y anduvimos unos dos kilómetros por un amplio camino, a la vera de una acequia de aguas cristalinas que nos acompañó durante todo el trayecto.
El camino se iba estrechando dando paso a un sendero con espesa vegetación e impresionantes vistas. En algunos tramos hay que andar por el borde de la acequia o por el interior de la misma. Los túneles de piedra que encontramos se pueden bordear o pasar por ellos metiéndose de nuevo en la acequia.
A partir de aquí descendemos al río y a pocos metros encontramos una preciosa cascada abrazada de verdes plantas. A partir de ese momento la ruta se continúa andando por el cauce del río. Nos asombró la cantidad de agua que llevaba en el mes de agosto de un verano tan seco y caluroso. La sensación de bienestar al andar por el agua fría y cristalina era inmensamente grata. Al igual que el agua se abre paso entre las rocas para continuar su camino, nosotros tuvimos que salvar algún que otro pequeño obstáculo para seguir, por suerte íbamos en pantalón corto y no nos mojamos mucho.
Continuamos por el cauce, pasando por algunas pozas para finalmente deleitarnos con una espectacular cascada que parecía emerger de las gigantescas rocas formando una poza en la caída. El conjunto cascada, rocas y poza parecían estar colocadas adrede para embellecer aún más el paisaje.
Fascinados por tan peculiar ruta regresamos, de nuevo, por el cauce del río al punto de partida.
Deseando volver.
